Aún me vienen efluvios del ayer virgen en el hoy, la garganta totalmente seca, el jadeo incesante de la respiración exhalando adrenalina, acompasada por el ritmo frenético de una locomotora de vapor desbocada apunto de estallar, el bombeo incesante del corazón apunto de romperme el pecho, es de tal magnitud que se hace indoloro ante un nuevo mundo de sensaciones vírgenes por descubrir durante un pliegue en el tiempo que puede durar eternamente en tu recuerdo, aveces minutos o segundos….
Ese momento sagrado de éxtasis, es mejor que cualquier orgasmo humano. Ese impulso puramente salvaje del deseo a lo desconocido que invita a lo misterioso por descubrir cómo algo virgen por experimentar, en ese momento que haces cima la sensación es indescriptible, todo está a tu alcance, la brisa fría y desconocida dando un abrazo de bienvenida, el sonido del silencio que todo llena silbando una melodía inolvidable en los oídos, acompañado por la vista panorámica aún no imaginada.

A partir de ese momento hay muchas cosas que te sacuden el cuerpo, aunque personalmente a mí me vienen tres.
La primera es captar la pureza de ese lugar, su grandeza y así su recuerdo, conexión.!!.
La segunda no querer bajar, obviamente no me ilusionaba o no me convencía mucho lo que había abajo, aunque la ardua tarea está abajo, es urgente. Arriba no hace falta.
La tercera agradecer interiormente de disfrutar ese regalo.
Obviamente estas aventuras de subir montañas triscando como las cabras de roca en roca, sin pararse a dar tan siquiera un trago de agua, podía más el ansia de la juventud de alcanzar virgemente las cimas, que pasado un tiempo me trajeron algo inesperado. Sí, perderme el disfrute y el deleite del camino del medio, la subida tranquila y en grupo de remolonear de cada instante, de cada recoveco.
Como bien dice el título de esta entrada de blog «La paradoja de las Cimas», contaré la experiencia de aquel viaje relámpago en moto a la morada del arcángel, la abadía «Le Mont Saint-Michel».
Bien es cierto, que desde niño soñaba con descubrir aquel hermoso enclave lleno de leyendas, donde es el escenario de las mayores mareas de Europa Continental, y por otro lado subir aquel impresionante monte histórico de leyenda, con su bellísima abadía y símbolo del arcángel principal, así que pintaba un ensueño hecho realiadad.
Hace unos años atrás , un hermoso 7 de junio arrancamos en moto desde Galicia, nos esperaban 2.840 km entre ida y vuelta con el objetivo de pasar 12 horas en Saint-Michel. Partimos con un calor y un sol maravilloso, parte de la subida casi la hicimos en manga corta, la vuelta…..la otra cara de la moneda.
Llegamos el día siguiente sobre las 6 de la tarde a un camping que estaba a escasamente a 1 km de la abadía, dejamos las motos, y allá fuimos andando a pie el último kilometro, el tiempo calculado y la curiosidad de tantos años se hacía más que urgente.
El enclave majestuoso se veía cada vez más cerca, el sueño se estaba acercando a la realidad…..a las 6’25 de la tarde ya entrábamos en la hermosa ciudadela de la abadía, callejeaba lentamente sus calles, remoloneaba en cada esquina, tocaba las piedras para sentir su energía y su recuerdo, sin prisa fuimos deleitándonos en la subida de cada recoveco del enclave….a las 7:01 de tarde por fin llegamos a las puertas de la cima, lo más alto, a la entrada de la abadía y sus terrazas,…una gran espectación, gran parte de mi sueño se estaba cumpliendo hasta que caí en la cuenta que la puerta estaba cerrada, llamé y me dijeron no se puede entrar, hace un minuto era la última visita guiada, vuelva usted mañana. Y mañana era imposible, tenía que arrancar a primera hora de la mañana para Galicia, tenía el tiempo súper medido, tenía que incorporarme al trabajo. Por cierto, la vuelta el día siguiente fue un infierno 1.420 km en moto sin parar de llover hasta casa, cómo para no olvidar.
Que paradoja tiene las cimas!!..Llegué tarde por un minuto, algo impensable.
Así que me quedé sacando fotos unas horas y observando la marea baja desde lo alto de una terraza, me acordé de las famosas leyendas del lugar.
No solo las del arcángel matando al demonio, sino la de la marea baja que estaba presenciando.
«Cuando la marea es baja, el mar se sitúa a 15km de la costa. La marea sube a la velocidad de un caballo al galope con el creciente nivel del mar alcanzando una diferencia de 15 metros entre marea alta y baja. Por esa razón, se recomienda consultar los horarios de las mareas antes de aventurarse por las playas».
PD. Curioso esto de las paradojas de las Cimas, algo me hizo pensar;
«El mañana es ahora, y el ahora según lo pronuncié ya es ayer».
Este paseo cada vez se hace más corto, el día en que lo pensemos demasiado ya no estamos.