Sueños…

 

¿En qué momento dejamos de soñar, de imaginar, de crear?.

 En los sueños comienza la responsabilidad escribió el poeta. Y quizá así es.

¿Podría ser que tomamos nuestros sueños demasiado a la ligera?.

 

 

 

Esas imágenes de lugares desconocidos, no podrían ser de hecho ángeles en vuelo, nuestras almas por los aires.

Y por insólito que parezca en esta era de lo racional, emerger el lado de los que tienen más remedio que depositar su Fe* en cosas difícilmente explicables.

Abrirse a nuestros sueños, abrazar esa orilla distante porque nuestro viaje mortal terminará demasiado pronto.

Las altas torres, los bellos palacios, los templos solemnes, todo el globo en realidad, todo ello terminará por disolverse. Y como una pantomima insustancial no dejará el menor rastro.

De la misma sustancia de los sueños estamos hechos, y nuestros pequeñas vidas terminan con un sueño.

Nuestros sueños, nuestra imaginación hace parte de nuestra vida, de nuestro mundo, de nuestra naturaleza, de nuestra identidad. Será que se cuelan a menudo por una rendija que inadvertidamente dejamos abierta.

«Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos.»

Y finalmente, si no vivimos nuestros propios sueños acaso viviremos los sueños de otros.

 

 

(Fe*) En realidad nunca supimos el origen de esta palabra tan antigua e importante. Automáticamente la asociamos y la confundimos radicalmente con misticismo y religiones. No será que es tan poderosa y personal que quizá por ello nos fue arrebatada y manipulada, como podrían ser también nuestras creencias.